El papa Francisco, que lo conoce desde hace años, define a Marmo como "un buscador de desechos" y es justo esto lo que los une. Dos personas aparentemente tan distintas entre sí, el jefe de la Iglesia católica y un artista, están en realidad unidos por la misma visión del mundo y por la urgencia de enfrentar con determinación la cultura del descarte imperante en nuestro tiempo que no ahorra nada a nadie. Cada uno lo hace a su modo, naturalmente.
Marmo lo hace a través del arte: sus obras son realizadas con material de descarte, hierro y acero de las fábricas en desuso que, cerrando, dejaron por el camino miles de trabajadores; y muchas de las personas que trabajan con él son "desechos" de la sociedad, jóvenes que el papa Francisco llama "ni-ni", que ni estudian ni trabajan y que a menudo cargan sobre sus espaldas situaciones de malestar y marginación social. Con su arte, Marmo vuelve a dar vida a estos desechos, materiales y humanos, y hace emerger su belleza haciendo concreto el mensaje del pontífice de quien, no obstante el gran afecto y la confianza que los une, dice: "Yo no me puedo definir como amigo del Papa porque no se puede ser amigos del Papa. El es mi pastor"
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